Cuando el suelo es removido y aparecen cuerpos, no solo estamos ante restos humanos, sino ante el testimonio callado de épocas turbulentas. La tierra, tradicionalmente asociada a la vida y a los ciclos naturales, en regiones arrasadas por la violencia se convierte en un archivo secreto, una especie de 'diario no escrito' donde la historia se entierra esperando ser leída, muchas veces por casualidad.
La idea de encontrar cuerpos durante una construcción hace eco de momentos históricos con paralelismos asombrosos: desde las fosas comunes de la Guerra Civil Española, descubiertas décadas después, hasta las ciudades antiguas que revelan su pasado violento tras terremotos o proyectos inmobiliarios. ¿Cuántas historias esperan bajo nuestros pies, ocultas bajo capas de polvo y cemento?
De manera inesperada, la arqueología forense nace en escenarios así: donde la ciencia se ve obligada a leer cicatrices del suelo, intentando reconstruir las biografías robadas por la violencia. Más allá de la tragedia, surge una pregunta inquietante: ¿Cómo podrían cambiar nuestra memoria colectiva y nuestras políticas si pudiésemos oír todas las historias que nos cuentan los suelos que pisamos hoy?
Tal vez la próxima vez que veamos una obra en construcción, no pensemos solo en los edificios que crecerán, sino en las vidas —y las verdades— que esperan ser redescubiertas bajo la superficie.
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